UNA LÁGRIMA AHOGADA
Juan Benavente / Lima, 1985 I Todos los días la misma rutina, acostumbrada a escuchar el reproche de Donato. Otra vez alardeando a Rosa y apurando a doña Jovita. - Aquí está má… esto también. Doña Jovita con las lágrimas disimuladas, callada y taciturna accedía todo lo que decía Rosa. Dejaba la casa con cuyos acelerados pasitos se alejaba, tal vez pensando que así era la vida y mas aun sujeta a la creencia de haber nacido sin estrella. Reflexionaba y no podía ser, por cuanto algunos años atrás no le faltaba nada y en su terruño tenía de todo por lo menos algo qué comer, un techito donde refugiarse, sus animalitos, en fin… Donato, le prometió en sus habladurías una parsimoniosa tranquilidad en la capital de la que tanto escuchó hablar. - Dicen que se va “comaire”. - Así es, mi hijo, marido de mi hija me va a llevar. - Ta bien pues…, no se olvide de nosotros nomás – Casi lagrimeando. - Pena me va dar cuando mañana esté subiendo al burro que le regalé ya a don Hipólito – mostrando profund