LA PREGUNTA

LA PREGUNTA

Cuento de Carlos Bancayán


¡Eh, un instante, por favor, señor Mim! ha completado ya su prospección geo-magnética en este pequeño planeta? Sí, seguramente ya la terminaron, pues las cerradas escotillas de su nave me indican que se aprestan a partir, usted y los integrantes de su equipo de exploración espacial.

Sin embargo, detenga el tiempo granular, usted que maneja la intemporalidad, y quédese sólo unos momentos más, pues deseo pedirle un favor. Ya sé que para ustedes los xnusianos, los humanos que poblamos este pequeño planeta somos seres tan... efímeros que prefieren ignoramos, pero sé también que vuestra cortesía es tan grande como vuestro saber, así que no desatenderá esta pequeña solicitud.

Se trata de algo bien sencillo, por otro lado. !Ea, teletranspórtese conmigo, para observar solamente dos clases de seres humanos, y luego me da su opinión. ¡Vealo! Ahí está el primero. Gracias. Por supuesto, usted no ha necesitado que yo lo describa para ubicarlo, porque me está leyendo los pensamientos subjetivos aun antes de que se formen en mi mente consciente (lo conozco a usted, señor Mim: como observador autónomo de los seres extraterrestres, lo he visto trabajar. Por eso deseo su opinión, porque será verdaderamente autorizada y objetiva; esto último es lo que más me interesa). Sí, él es, exactamente. Helo ahí reclinado en su cómodo sillón giratorio de cuero de venado, con un gran habano en la comisura de los carnosos labios y un diamante de buen tamaño en el gordo índice derecho destellando mientras con el pulgar de la misma mano estira la solapa del finísimo terno. Está satisfecho, ¿ve usted?

Hoy ha culminado un espléndido negocio: ha conseguido lo que durante largos meses había perseguido encarnizadamente: anexar a su consorcio de tres importantes firmas bancarias, una cuarta, la Magnus Bank. Financieramente escuálida pero de grande reputación y contactos, de tal modo que la operación le permite hacerse con facilidad y por tan sólo cinco mil millones de francos, de dos inmobiliarias, una empresa de turismo, cinco hoteleras y dos importantes inversiones en minas de Sudáfrica. ¿Ve usted que listo es? En estos momentos está regocijándose por anticipado de lo orondo que se sentirá esta noche, cuando relate su último éxito financiero en el banquete que ofrecerá con motivo del compromiso matrimonial de su hija Nannette con Mr. Edward Feble, séptimo duque de Antíguech, uno de los más ilustres Apellidos de la vieja y aristocrática Inglaterra. Cierto que su futuro yerno es un joven anémico que solo vive para la marihuana y el hachís pero, ¿acaso no esa una desagradable y casi obligada costumbre de la juventud moderna? En cuanto a su Nannette... Bueno, él supone que el joven Edward sabe lo que hace al casarse con ella... o con su dote. El hecho es que el tratamiento psiquiátrico le está resultando más costoso de lo que supuso en un comienzo, pero en fin... tratándose de su hija... Pero ya lo sé, ya lo sé, señor Mim. Usted tiene prisa, y la intemporalidad no debe utilizarse con motivo de estas cosas tan nimias. Entonces vayamos al otro tipo de ser humano. Efectivamente. Helo ahí. Tampoco ahora necesito describírselo. Ya lo tenemos: es Carmelo Alba, joven pintor peruano quien a duras penas sobrevive en el gran París. En estos momentos está terminando su primera réplica de "La Gioconda" y se siente... ¿cómo explicárselo? infinitamente dichoso y cada vez más enamorado de su Leonardo... Ha pasado no horas ni días sino...iSemanas!... isemanas enteras, Señor Mim!, contemplando las admirables composiciones de formas, luces y colores en las pinturas de Leonardo da Vinci y Miguel Angel, verdaderamente dichoso, tanto como un pez que ha permanecido demasiado tiempo fuera del agua... y es retornado a ella de repente.

Claro que él no se da cuenta de lo dichoso que es. Ni siquiera piensa en ello. ¿Qué lleva debajo de la camisa hojas de periódico dobladas para, subrepticiamente y en los baños del museo, reemplazar cada cierto tiempo los que protegen los grandes agujeros de sus zapatos? ¿y que importa?¿Que el panadero que le regala de madrugada pan frío a cambio de barrerle su establecimiento va a cerrar para irse de vacaciones y él se quedará sin "desayuno"?¿Y eso que importa?
¿Que la hija de su casera, gracias a cuya predilección puede aún dormir en la buhardilla, parece estarse interesando en Javier, su joven amigo boliviano, y él puede quedarse sin techo en pleno invierno parisino?¿y ello qué importa? iMírelo usted, Señor Mim! Observe con qué felicidad contempla su primera réplica, y cómo la envuelve ahora amorosamente en papel de seda comprado con gran sacrificio. Hoy es viernes, y a las 4 p.m. irá a mostrársela a Pierrot, su amigo escultor, quien casi siempre le regala las sobras de su almuerzo (a menos que haya conseguido ya otro perro para reemplazar al que fue atropellado por un camión). Pero si no come, ¿qué importa?

Una de las cosas que más le gusta es sentarse a contemplar como su amigo da vida, con dedos ágiles y el absorto ceño fruncido, a músculos, piel, boca, cabello de viva arcilla, de blanquísimo yeso, cuando ha recibido un encargo especial, de fino y veteado mármol. Pero, ¡caramba, señor Mim!, inclusive usted, que es tan inmutable y tan impersonal, se ha quedado admirado, lo mismo que yo, ante este joven. Pero ahora trasladémonos por favor al lunes 17, a las diez de la mañana menos dos minutos. Exacto. Ahí están, ambos. Pierrot ha debido prestar a Carmelo un gabán verde, brilloso (que él detesta), pues el jovenzuelo necesitaba estar "presentable". No ha podido permitirse un taxi, con tantos aprietos y su segundo hijo por nacer y además el edificio de Monsieur D´or no está demasiado lejos de su casa. ¡Qué bien logrado está el gran hombre, en mármol de Carrara de primerísima calidad! En su último viaje a Nueva York monsieur D´or admiró, en el suntuoso y amplio despacho de Mr. Rich, su socio norteamericano, un extraordinario busto del propio Rich, y en el mismo instante en que lo vio se decidió a tener uno propio... pero pagado a bajo precio: ¿por qué iba a dilapidar contratando a . un escultor de renombre cuando en París abundan tanto los talentos inéditos que en el Barrio Latino se puede conseguir cualquier obra de arte de calidad por una fracción del precio que rige en el gran mercado? Ya suben, ve usted, señor Mim? Ya suben, y el pobre Carmelo jadea bajo el peso de la enorme (y fría) cabeza del magnate. Ya él abre su puerta y ahora rebosa satisfacción: ha hecho construir también un magnifico pedestal en pino blanco, cuya fragancia se mezcla con el olor del reciente barniz. Ya colocan ambos artistas con todo cuidado la escultura en su lugar preciso. Por supuesto, nadie que entre en adelante en la moderna oficina podrá dejar de verlo y admirarlo. Sin duda ha tenido una brillante idea. No es imposible (piensa)que otra efigie suya, por supuesto de mayor tamaño, vaya a parar con el tiempo a aquella plaza tan bonita, donde la gente tiene la estúpida costumbre de dar de comer a las palomas y donde pronto va a adquirir el edificio de la Demereux Co. ¡Qué orgulloso se siente el gran financiero! Tan complacido está que casi se siente generoso. Por ello, ahora regala diez francos al pequeño Carmelo, quien se encuentra intimidado y admirado ante tanta opulencia.

Y ahora por favor dígame usted señor Mim, aunque entiendo que le parezca necedad mi afán de pedir su opinión, cuál le parece a usted que tiene razón de vivir en este pequeño planeta?¿El poderoso magnate, multimillonario y cicatero don Alphonse D´or Argenteau, o el joven Carmelo Alba González, pintor y artista paupérrimo, peruano emigrado voluntariamente hacia la Ciudad Luz en busca del Arte Mayor?¿Que es una pregunta necia y yo mismo sé ya la respuesta? Por supuesto, señor Mim, por supuesto. ¡Entonces estamos de acuerdo! ¡Yo sabía que íbamos a estar de acuerdo, señor Mim! Yo lo sabía!

Foto de Luis Serrano

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