MORDECAYAO

MORDECAYAO

Juan Benavente /Lima, 1988

I

Abruptamente se levantó el joven contador y exclamó:
- ¡Escuche don Tomás! – Dobló la página del periódico e irguiéndose para estar más cómodo, empezó a leer en voz alta el titular de la noticia. “Por irregularidades es destituido Gerente de Mordecayao” – Fijó la mirada en el rostro del administrador que al escuchar con atención, poco a poco se le ensanchó la sonrisa a la vez que tomaba el diario para terminar de leer aquella oportuna noticia.
- Entonces ahora sí nos darán el cheque. ¿No es así?
- ¡Claro! – Exclamó el contador – además escobita nueva barre mejor. No va a ser como ese sinvergüenza que insinuaba “alguito”. Buena gracia, por qué pues. Nuestro trabajo es nuestro trabajo ¿No es cierto señor Torres?
- Así es–. Confirmó el administrador e inmediatamente sugirió reiniciar la gestión para el cobro del cheque que ascendía a un millón quinientos mil intis, por concepto de servicio técnico de mantenimiento y reparación de algunas máquinas.
- Es preciso hacerlo rápido; sino la inflación lo va a desaparecer –. Indicó el contador.
- Bueno, entonces mañana a primera hora se constituye para cobrar el cheque.
- Bien don Tomás.


Luego de la buena nueva, continuaron con la faena que a cada cual le correspondía.
Al día siguiente, el contador se dirigió a Mordecayao, empresa pública, formada al inicio del régimen gobernante, dizque para el desarrollo del pueblo porteño.
Luego de averiguar el nombre del nuevo Gerente General, tomó el asiento de turno para hablar directamente con él. Las horas consumieron su paciencia y al indagar, la secretaria se lamentaba al informarle que ya no sería posible la entrevista porque el gerente cuya labor ya venía desarrollando algo más de una semana, salía a realizar una inspección de rutina. Entonces el contador desilusionado optó por retirarse; no sin antes dejar inscrito su nombre para el día siguiente y ser uno de los primeros.

- Cómo es posible. Si usted salió temprano.
- Sí es así, pero la cantidad de gente que va es impresionante. Todos quieren hablar con él. Además se le ocurrió salir.
- ¿Y ahora qué hacer?
- Bueno, por lo pronto he dejado mi turno. La simpática secretaria y muy amable me ha anotado en su libreta de turnos… ¡ah! Me olvidaba, es un tal San Martín el nuevo gerente.
- Al fin llegó un santo ¡caray! Ya era hora.
Ambos sonrieron dejando correr el tiempo en completa libertad.

II

- Señor de Servitec… - Indicándole con la mirada – puede pasar.
- Gracias señorita.
Ya en la Gerencia, luego del correspondiente saludo.
- Bueno, soy de Servitec.
El gerente juntando el ceño, se toma la barbilla y refiere.
- No me dice nada… ¿qué es…? Viene a ofrecer servicios o… - Interrumpe el contador.
- Señor gerente, mi presencia aquí se debe a que su representada nos debe una factura.
- De cuánto.
- Un millón quinientos mil. Aquí está la copia de la factura por cancelar. El gerente anterior aduce que falta un botón original en una de las máquinas. Lo cual no es cierto e inclusive lo hemos reemplazado.
- Esto como parte de la buena voluntad de Servitec. Como verá usted, es una ridiculez.
- Hum… hum… la clásica – Murmuró para luego puntualizar – sólo es eso.
- Bueno, eso debe estar en Contabilidad.
- Está en Cheques pendientes y sólo falta su firma.
- ¿Así de simple? Que bien… no se preocupe entonces, yo lo arreglo; pero usted conoce las reglas…
- No entiendo.

- Cómo es pues. Es usted novato en esta clase de transacciones o se hace. Sabe bien a qué me refiero.

- El 20%, está bien como es natural. – Sacó su calculadora y luego de presionar con peculiar elegancia algunos botoncitos ante la absorta e indignada mirada del contador…

- Trescientos “locos”.

- Bueno, voy a comunicar al dueño.

- Creí que era ejecutivo de alto nivel. – Con cierto enfado - Bueno, tiene que apresurarse porque si pasa más tiempo voy a cobrar al ritmo del dólar ¿ok?

- Gracias señor gerente.

Apresuradamente, tomó su maletín y se marchó. No sabiendo cómo, ya estaba en su centro laboral e informaba al detalle al administrador.

- Qué sinvergüenza.

- Cómo están las cosas… como las propias rosas dicen por ahí todavía. ¡Qué tal! Botan a un pejerrey y colocan a un tiburón.
Observó el delgado contador, haciendo una disimulada pausa, mientras pensativo quedose el administrador.

III

Al cabo de un mes, una preocupada conversación sostenían el administrador y el contador de la pequeña empresa Servitec.

- Hay que abonar la gratificación a los trabajadores. Cada vez está peor la situación.
- Y lo del Banco de Lima…

- He considerado, pero no alcanza. Faltaría un millón por lo menos.

Entonces, en base a la cantidad se miraron y en coro pronunciaron:

- ¡Mordecayao!

- Claro por qué no. – Indicándole, díjole al contador – mañana mismo se encarga ¿sí…? Porque mientras más tiempo, perdemos más… - levantando la mirada, logró hacer un cálculo y remarcó aún con complacencia.- equivale aproximadamente a dieciocho salarios mínimos. Qué vamos hacer pues hombre, la gestión queda en tus manos. –Sentenció, quedando una tácita aprobación del contador que recibió el encargo.

Ya en Mordecayao, frente a frente encontrábase el gerente y el enviado de Servitec.

- Aceptó el “men” ¿no?

- Sí.

- Claro pues, es un hombre práctico; sino fuera así el mundo sin aceite no caminaría. Te aseguro, hermanón.

Por el intercomunicador, llamó a su secretaria.

- Dorita, pásame el file de los cheques pendientes…

Un momento después, la secretaria con su elegante paso de avestruz, ingresó a la oficina y con cimbreante mirada dormilona…

- Aquí está señor San Martín.

- Gracias… - Su extrema y bien cuidada mano, tomaba al tacto la documentación, mientras su mirada se nutría de la esbelta figura de la secretaria que a sabiendas se contorneaba pasito a paso.
El contador, también quedó entusiasmado con la profunda mirada de ella que cercenaba cualquier atención en otra cosa.

- Qué te parece… un “bombón” ¿no?

- … sí… - Meneó afirmativamente la cabeza, mas por congraciarse.

- Iba a venir con mi propia secretaria; pero sabes, ésta está mejor –. Una cínica y morbosa sonrisa invadió lánguidos segundos, luego una pausa, mientras revisaba el file, murmuraba -…un millón… qui…nientos mil, ah… a ver, ¡aquí está! – Separándolo del grupo le enseñó, remarcando que sólo faltaba su firma.

- ¡Ah! Sí.

- Has traído la “guitarra”.

- Usted puede descontar del monto total del cheque y me da la diferencia.
- No. De ninguna manera, amigo. Usted se lleva su cheque.

En la forma como lo dijo, por un momento el contador se sintió desconcertado, reinó por segundos un misterioso alivio; sólo hasta cuando el gerente volvió a hablar. – Pero sí, me da en efectivo –. Entonces el contador se percató que continuaba la pesadilla.

- Pero en este momento no tengo esa cantidad.

- Tienes que traer. ¿Has conversado con el “men” o no?

- ¿Me permite su teléfono?

- ¡No! Cómo se le ocurre, esto es sólo en trato directo. Bueno tienes tiempo. Estoy hasta las cuatro y el banco atiende hasta las seis para que puedas cambiarlo, porque mañana hay paro de los bancarios. ¿Sabes no?

- Sí, estoy enterado. – Se puso de pie y se despidió.

IV

Luego de poner al tanto al administrador, contrariado preparó un sobre con el dinero en efectivo. Acto seguido, pidió a su asistente, llevarlo para canjearlo con el cheque recomendándole insistente que el trato era necesariamente personal con el gerente. Mientras, pidió quedarse para preparar la planilla, tal como se había previsto. Sin más explicación, el asistente, tomó su maletín y a paso ligero abordó un taxi con destino a Mordecayao.

Al llegar miró un inmenso reloj de pared donde el horario estaba ya tocando el tres. Al subir al segundo piso su rostro mostró brusco desaliento al ver una larga fila de personas; de todas maneras se acercó a la secretaria para hacerse anunciar y según él esperar su turno a cuyo cálculo presumió ser atendido de repente a las cinco.
- ¿De parte…?
- De Servitec.
- ¡Ah! Un momento, le está esperando el gerente.

Por el intercomunicador informó al gerente y de inmediato ordenó que pasara. Al escuchar esto, el heraldo se consideró quizás la persona más importante de todos los que esperaban y escoltado por la secretaria se encaminó a la gerencia, cuando de pronto se abrió la puerta y salió un joven…

- ¡Gracias tío! ¡adiós! – Dejando la puerta libre para que ingrese el invitado.
Inmediatamente después de ausentarse la secretaria, tomó asiento cerca al escritorio. Colocó el maletín negro sobre sus rodillas.

- Bueno, contigo tengo algo pendiente…

- Un poco sorprendido - eres de Servitec. ¿no es cierto?

- Sí señor.

- Qué pasó con el flaco.
- Ah… el contador. Está muy atareado con esto de la gratificación.

- ¡Ajá!... a propósito ¿has traído mi “grati”?
- El señor Torres, me envió un sobre para…

- ¡Un momento! No lo saque todavía –. Se levantó de su asiento y a grandes zancos apoyado del silencio de la vistosa alfombra, puso el seguro en la puerta de la oficina y con la misma regresó a su sillón giratorio que se apostaba debajo de dos impresionantes cuadros. Por supuesto que el movimiento del gerente, llamó la atención del asistente que poco había escuchado sobre la transacción; ya que su misión era sólo hacer el canje.

Bueno, en fin no se hizo problema y con la misma entregó el sobre.

El gerente al recibirlo, sacó el fajo de billetes y sin apuro contó hasta en dos oportunidades. El obeso cuerpo que sostenía dos vivaces ojos rutilantes y su corto y tupido bigote que encogió al movimiento de la boca al murmurar la cantidad que los dedos indicaban. Luego resbaló la lengua por su labio superior. Tomó el lapicero y firmó el cheque, colocando además su visto bueno en el boucher para ser entregado en el momento.

- Bueno, ahora pase por caja.

- Este… señor tiene que entregarme el cheque.

- Sí, pero eso es en Caja. Pase nomás, no se preocupe.

Y cuando estaba por salir, la luz intermitente del teléfono privado encendió igual atención.

- ¡Aló! …Hola Nancy… no te preocupes. ¿Cómo? …estás con el “mago” cholita… ya no te preocupes. Este fin de semana, te voy a llevar a otro exótico lugar. Ya verás… ja, ja, ja… dime dónde estás… ya… bien, al momento salgo. Espérame. Voy a dejar instrucciones a mi secretaria para que suspenda toda atención en lo que a mi despacho respecta. ¡Espérame! – Dejó el fono y al darse la vuelta se sorprendió porque aún permanecía el asistente en su oficina.
- Disculpe, esperaba despedirme como se debe y además la puerta está trancada.

- Ah… sí, el cerrojo.

- Ahora sí… ¡chau! – Le da la mano y agrega. – Le saludas y le dices al dueño de tu trabajo que vamos a seguir contando con ustedes y de pasadita, pásale la voz a mi secretaria para que venga.

- Bien, ¡Hasta luego!

- Al retirarse y luego de participar a la secretaria, bajó en dirección a la ventanilla de Caja. Al indagar, le indicaron que esperara.

Aproximadamente, diez minutos había transcurrido; cuando un moreno, bajo de estatura, grueso de contextura, de pelo ligeramente ensortijado, con sus ojos pequeños y hundidos totalmente rojos, de mirada cadavérica se le acercó.

- Oye, eres de Servitec ¿no?

- Sí.
- Te van a entregar un cheque. Anda nomás.
- Gracias.

Entonces al verlo de pie le habló casi atropelladamente.
- Compadre, soy de abastecimiento. La próxima, coordinamos directamente. Yo te cobro la mitad de lo que te ha cobrado ese “pendejo”. ¿Está bien?

El joven asistente, se limitó a mirarlo y verlo desaparecer raudamente en dirección a su oficina. Pudo ver a lo lejos un hermoso cuadro tan igual al que se encontraba en gerencia, precisamente al costado del retrato de un alegre joven con pose de artista. Su pensamiento se agigantaba de repente exigiendo lógica, queriendo no entender lo que presumía, cuando esas letras doradas bien trabajadas, invadían garbosas casi la totalidad del cuadro señalando oronda una precolombina regla: “AMA LLULLA, AMA SUA, AMA KELLA”.

Juan Benavente /Lima, 1988.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Poesías a Tacna

FLOR DE MARIA DRAGO PERSIVALE

POETAS Y ESCRITORES REGIÓN LIMA