A MEJOR VIDA I La tarde gris hacía buen rato que envolvía el panorama, cuando a lo lejos María inclinó la mirada y vio que su primo Miguel Sotomayor subía con dificultad la falda del cerro. Jadeando y sudoroso saludó a María quien, apresurada, lavaba ropa cerca al cilindro negro y brilloso recién adquirido. - ¡Hola prima! ¿trabajando duro? - Sí, pues, sino cómo. Mis ñaños ya están grandes y ya comen más. - Bien. Ya sanó, Poncio el curandero, me lo ha curado en un dos por tres; no sé, pero a ese viejo horrible, le tengo fe. Ligeramente ambos rieron, los ojos de Sotomayor recorrieron hasta donde el menor. A través del amorfo agujero de la cortina de hule que cubría su habitación rústicamente construida, mientras el niño con sus vivaces ojos siguió la imagen del tío. - ¡Hola panzoncito! – Se acercó. Su grueso pulgar resbalaba por el rostro suave del bebé, hasta que éste le tomó con sus manos e intentó meterse a la boca en señal de hambre. Sotomayor se hizo soltar y em...