Alcibíades Morales Torres





Poemas seleccionados
de Alcibíades Morales Torres
poeta huachano integrante de la Sociedad de Poetas y Narradores







HUACHO MI VIEJO AMIGO

Huacho, mi viejo amigo,
tú sabes que yo no sé de letras ni de libros,
no soy escultor, no soy genio, ni poeta,
pero inspirado en el perfume de tu nombre,
te escribo la idea de mi quimera
que leértelas quisiera.

Te escribo poemas, versos,
románticos suspiros de ayer,
idilios ocultos en poesías,
quiero contarte amigo,
que mi corazón guarda
un secreto de un niño.

“Hay un oscuro rincón florido,
dónde sólo, triste jugaba un niño,
lloraba su soledad, sus lágrimas
las escondía, en un manantial cristalino,
creció con esa poquita luz
de luna de agosto, luz que iluminó
su casita, su niñez, su adolescencia”.

Huacho, mi viejo amigo,
confidente de mis penas, alegrías,
de mis amores, de mis horas de bohemia,
la noche envolvió con sus besos
mi juventud soñada.

Cuando estoy en mi recinto,
tu silencio me abraza,
se posa en mis pensamientos,
me inspiro y te escribo mi viejo amigo,
pronto mis versos tristes
también morirán llenos
de sufrimiento y soledad.

Huacho mi viejo amigo,
tu guardas en tu florido suelo
mi mayor tesoro,
no es diamante, no es plata, no es oro,
son los despojos de mi querida madre
que al sentirla lejos
por ella lloro.


CAMPIÑA MÍA

Cada mañana
cuando el sol se asoma
desde lo alto del “Vispan”
hasta donde alcanzan la vista
se ven los árboles
llenos de frutos maduros.

En las madrugadas
llegan gotitas de rocío,
agua pura, transparente
que brillan en las hojas largas
de los maduros maizales y alfalfares.

Campiña mía, fuiste cuna humilde
de mis padres y abuelos,
yo también nací en tu suelo
arrullados por el canto sublime
de las cuculíes y del arrollo.

Contaban mis abuelos
que habían noches tenebrosas,
en noche de luna nueva
por el recodo del camino
se escuchaban tristes gemidos,
lamentos, suspiros de almas
condenadas, que helaban la sangre.

Campiña mía,
aquí en el silencio poético,
nacen mis versos floridos
a cinco vidas campesinas
Irene Salvador, Manuela Díaz Ch.,
Seferino Ramirez, Cayetano Romero
y Ernesto Villanueva.

Ellos dejaron sus chacras, sus casas, hijos,
salieron por las calles de Huacho
en defensa de las ocho horas laborales,
cayeron abatidos por balas asesinas
dejando sangre derramadas
por viejas calles empedradas.

Hoy reposan sin el mármol blanco,
sin el epitafio que se les recuerde,
el laurel, la gloria, el honor
a su coraje, su valentía,
gloria a ellos que dieron sus vidas
por las ocho horas para el trabajador.

Campiña mía
por muy lejos que yo vaya,
siempre serás la campiña,
el suelo, dónde yo nací,
me llevo tu acento, tu vocablo,
y jamás te olvidaré,
Dios te bendiga
Campiña mía.


AFUERA HAY UN MUNDO DE LLUVIA

Afuera hay un mundo de lluvia,
lluvia de niños que nacieron sin hogar,
niños que navegan a orillas
de una infancia despiadada
incierta, cruel, infame,
niños que maldicen haber nacido.

Niños que a pocas horas de nacer
fueron abandonados en basurales,
asesinados por alguna madre sin corazón,
niños que son atrapados
por maniáticos sexuales,
niños que hicieron de la calle
su amigo, su confidente.

Niños que cayeron en la trampa
de una cruel explotación,
maltratados por una sociedad abominable,
golpeados, violados, explotados
y terminaron en la hoguera de la prostitución
vendiendo su sangrante corazón.

Dónde está esa sociedad hipócrita,
de mejillas, labios de color rosa,
las que pregonan, bondad, cariño,
las que dicen cuidemos al niño,
luego los encierran en el sótano
sin luz, sin esperanza.

Niños que fueron víctimas de su infortunio,
su ignorancia los arrastró
a un sub mundo sin salida,
caen en las garras de las drogas,
niños que lloran amargamente,
su desesperación y su resentimiento.

¡¿Dónde están aquellos?!,
qué hicieron su vida un infierno,
ellos lapidaron sus frescas sonrisas,
sus dulces miradas, su más bella ilusión,
ellos querían conocer la primavera
de su juventud, pero esa sociedad
los convirtió en ladrón.

Afuera hay un mundo de lluvia,
lluvia de niños sin mañana,
niños que crecieron con esa crueldad,
sin un Dios en su corazón,
niños que cargan en sus hombros
la belleza de su vil pobreza.

Ellos vivirán por siempre
en el clóset más oscuro de su soledad,
niños que jamás conocerán
una noche feliz de Navidad,
niños que acurrucados en frías veredas
morirán de frío en la bufanda del olvido.


HERMANO JUAN

La lámpara de mi alma
iluminó la fresca almohada
de su infancia, su niñez,
el era mi hermano menor,
lo cuidé con mucho amor y cariño,
para darle lo mejor.

Pasaron las primaveras,
pasó de niño a hombre,
vi sus horas juveniles,
las inquietudes de la vida,
trabajé para que no sufriera
ni un segundo, los vaivenes de la vida.

Una mañana de agosto
la garúa insistentemente caía,
el frío era intenso,
esa mañana salió de la casa
hasta hoy no regresó,
busqué por todas partes
con afán inmenso.

Quizás se perdió en un mundo
lleno de mentiras, de ilusiones,
quizás vive en la lacra
de alguna calle,
entre el humo, u otras variedades,
no guardo carta alguna de él,
sólo hay una amarillenta foto.

Linda foto de mamá y él,
lentamente el tiempo
trepa mi cuerpo como una hiedra,
el viento de otoño
arrastra mi pausada voz,
mis ojos ya no brillan como ayer,
mis cabellos son más grises,
mis días son más lerdos.

Hermano Juan,
te he esperado tantos años,
y no has regresado,
esperé con el terno azul que te ofrecí
para el ingreso de la universidad,
tu alejamiento me hizo daño,
cada noche lloro mi tristeza,
tu abandono, tu olvido.

Cuando vuelvas, algún día
y notas mi ausencia,
un favor te pediría,
si no es mucha molestia,
coge del jardín de mamá
una blanca rosa
y ponla en mi humilde fosa.



EL CANILLITA


Recorro las calles
de esquina a esquina
pregonando el diario
de todos los días.

Sonrío a la gente
alegre, contento,
vienen a mi mente
penas y lamentos.

Allá en mi pueblo
dejé a mi madre
para que no viera
que pasaba hambre.

Duermo en las calles
en la oscuridad,
sueño que mi madre
está en la soledad.

Todos los domingos
voy a escuchar misa
le pido al Señor
que cuide a mi madre.

Yo no soy culpable
de que no tengo padre
pero tengo un nombre,
me lo dio mi madre.

Soy un canillita
como muchos niños,
trabajan de día,
estudian de noche.

Quiero llegar a hombre
bueno, sereno, honrado,
que llene de orgullo
a mi linda madre.


ESTA NOCHE DE NAVIDAD

Esta noche de Navidad
la casa está vacía,
triste, fría, sombría,
sobre la mesa un mantel blanco,
un candelabro, velas encendidas,
dos copas, una servida
la otra vacía.

Al correr las cortinas de la ventana,
la pálida luz de la luna
entra triste resignada,
su débil luz ilumina
tu retrato perfil de frente,
el viejo espejo ya no refleja
tu imagen bella y querida.

Ya no se escucha tu disonante risa,
no hay alegría, ni afán de reír,
tu voz alegre, franca llena de vida
se apagó aquella tarde de primavera,
desde entonces vivo triste, sólo,
en mi soledad te llamo.

Cada noche te sueño,
mamá, tú fuiste
mi dulce edad de oro,
mi sol, mi luna de agosto,
vivo resignado a tu ausencia,
no olvidaré el amor,
el cariño que me diste.

Yo guardo con amor
tus palabras dulces,
llena de infinita ternura y cariño,
yo los guardo en mi corazón,
en esta noche de Navidad
brindo por ti, madre mía.

Salud Navidad,
salud soledad,
salud mamá,
compañera de toda la vida.

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