Ronal Gambini Vega

Aeda nacido en el distrito de Arancay, dpto de Huánuco, el 21 de abril de 1986.  Ha cursado estudios superiores de Ingeniería Industrial en la Universidad Nacional José Faustino Sánchez Carrión de Huacho. 

Ronal es un joven valor de la pluma, su poesía es la respuesta a su nostalgia, a su soledad; ha volcado su corazón al verso que brota suave, cálido, con ella colma el vacío interno que lleva a pesar de su juventud.

Su lugar de residencia es Barranca donde vivió su adolescencia y donde regresa siempre al lado de su familia.



LOS GOLPES


Tengo desvanecida mi vida por los recuerdos del ayer
mi alma ya está cansada de respirar el mismo aire
hecho trizas, de tanto pisar rastros ajenos,
cansado de esta tormenta, envuelta en soledad.



La vida, a cada paso me sabe a desgracia
ya no tengo más lágrimas que broten cuando llore
soy un hombre que perdió todo una vida
por no saber entender el significado de vivir.

Qué importa si mañana amanece más temprano
o si despertamos entre una tormenta devastadora;
el viento golpea en los corazones más hirientes,
Dios, qué puedo hacer para que mi alma pare de sufrir.

Mis hijos se mueren de hambre, mis hermanos también
y la muerte, lentamente va acechando a mis seres queridos
dime cuánto más tienen que esperarte mis hermanos
para poder calmar el hambre de la justicia.

En la vida entenderán que mis palabras son ciertas
mi pueblo sufre, y yo sufro más al no poder remediarlo,
mi alma ya está cansada de pisar huellas ajenas
huellas que quizás mañana me traicionen en una muerte fatal.



LÁGRIMAS EN PRIMAVERA


En el adiós que usted formó al ausentarse
mis pasos se enredaron sobre el abismo,
mis pasos no dejaron huellas en el pasado;
hoy no tengo a dónde ir, ni a dónde llegar.

Ya se acerca la madrugada siguiente
y aún no he podido dormir en la noche
porque tengo miedo de encontrarte
entre mis sueños y no poder acariciarte.

Llegan días tras días y pasan las horas,
no puedes ver la nostalgia que hay en mis ojos,
estás donde no puedes sentir mis lágrimas,
estás yo no sé dónde, pero aún así te espero.

En las noches, de veras que siento frío,
no hay mujer que remplace tus caricias,
siempre estoy en la espera de tus abrazos
pero no sé dónde empezar para olvidarte.

No puedes sentir la soledad que hay en mi alma,
suelo a veces buscarte en besos ajenos,
encontrar por segundo tu forma de amar,
pero no hay mujer que remplace tus caricias.



EL CARTERO ANÓNIMO



En cada atardecer siempre te muestro una carta blanca
y siempre busco llevarte la mejor noticia en tu despertar,
sé que hay mucho de qué hablar en tu presencia
tantas cosas que guardo como mensaje secreto,
aquellas que desprenden alegrías en tu semblante.

El remitente soy yo, y algo de ti inquieta mi palpitar
es que cuánto más siento llegar, mi vivir es sólo para ti,
por ti llevo en mi sendero paz y felicidad al caminar
y soy capaz de adornar tu sonrisa con las estrellas
con tal de verte, así de hermosa durante todo el día.

Soy el quien al atardecer se tranquiliza en tu regazo
y soy el quien te despierta al amanecer con un beso suave
con unos buenos días amor, con una dulce caricia;
lo más importante para mí… es que siempre sonrías
al saber la mejor noticia: que alguien te quiere y te ama.

Tu silueta es el verso más inocente de un poema
que desprende más que sensualidad con una caricia;
y sé que eres capaz de sosegar el rencor ajeno
con tan sólo una sonrisa, la más dulce, la más pura,
aquella que puede dar alegría a un mundo de tristezas.

Rebusco en tu cuerpo el intenso calor que desprendes
para que me abrigue, para cuando el frío del amanecer
no enfríe mi vida en un descanso de nunca despertar;
aquellas tímidas caricias que me dan el ánimo para que mis días
sean las más enternecedoras a cada minuto que pasa.

Soy tu mensajero secreto, el cartero anónimo de tus esperanzas,
soy el quien siempre lleva las mejores noticias a tu regazo;
el mejor consuelo es el que te puedo dar con mis palabras
cuando aquella inocente y tierna mirada me lo permite
y cuando tus caricias no me sean indiferente mañana.

En todo oscurecer, siempre te muestro una carta blanca,
el remitente soy yo, y hay algo de ti que inquieta mi palpitar,
rebusco en tu cuerpo el intenso calor que desprendes y me abriga
y descubro que tu silueta es el verso más inocente de un poema.
Siempre seré tu mensajero secreto, el cartero anónimo de tus esperanzas.

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