LA CAMPANA DE ORO

LA CAMPANA DE ORO
(Cuento - Texto completo)
Hilmer Gavedia Sifuentes

Hacia el noreste de la fecunda y pródiga Provincia de Huaura, encontramos al pueblo de Ámbar, enmarcado por el policromado paisaje de su valle, el azul intenso del cielo, el alto relieve de sus lomas circundantes cubiertas de pastos naturales y del río tierno y juguetón, que serpenteando la quebrada abajo, se aleja cantando para perderse en las sedientas tierras de San Nicolás (Supe Pueblo) al Océano Pacífico.

Ámbar conserva aún hermosas tradiciones, gloria de su pasado y que hoy avizora con fe y esperanza el arribo de un futuro pleno de realiza-ciones y prosperidad, dados los ingentes recursos naturales que posee.

Cuentan nuestros mayores que en una época muy lejana, mientras un grupo de churres jugaban en el potrero, otros lo hacían a los escondidos en los matorrales y pedregales de Cashamarca, en las afuera del pueblo, cuando de pronto uno de ellos, salió de su escondite gritando y diciendo haber encontrado una campana semi enterrada, cuya asa se veía en la superficie. Más sorprendidos por el insólito hallazgo, no atinaron a nada en esos instantes y al fin decidieron dar aviso al pueblo, en donde la noticia se expandió de boca en boca como reguero de pólvora por todo el vecindario.

Más tarde reuniéronse gran cantidad de hombres para luego en santa procesión precedida del señor cura, ir a Cashamarca. En efecto allí estaba. El reverendo rezó en latín y luego dispuso la sacaran.
¡Qué maravilla! Era enorme y de oro. Rato después la conducían a la iglesia del pueblo por la calle principal, cuando de pronto se hizo por el efecto de las miradas de curiosas mujeres; pues, como estaba “mora” no podía resistirlas, por lo que comenzó a rodar impulsada por una fuerza extraña y misteriosa hasta el lugar de donde fue sacada.

La gente la siguió, más la presencia de otras mujeres campesinas, hizo que éstas dieran un enorme salto a la profundidad de la quebrada de Pasahuachag produciendo en su caída un estruendo terrible que se oyó a muchas leguas a la redonda, hundiéndose para siempre en las aguas del río al pie de un peñasco hasta el día de hoy.

Relatan algunos regantes nocturnos de los lugares aledaños de Obrajes, Chihitama, Rarcapa, Hilcapampa y Pacayhuaín que la campana cada luna llena sale de su encantamiento a la orilla de aquel pozo, anunciando su salida con toques de agonía como lamentos de condenado, que escarapela el cuerpo y pone los pelos de punta, cual siniestro mensaje del más allá, que cobrará ese año víctimas inocentes.
Muchos muchachos han perdido la vida por culpa de esta campana después de haberla encontrado en la profundidad de dicho pozo.

Relatan que en cierta ocasión dos jóvenes amigos fueron a bañarse al referido pozo metiéndosele a uno de ellos, la idea de buscar en la profundidad. Buceaba como un pez escudriñando el fondo cuando se dio con ella que sentadita se hallaba a la sombra de una inmensa peña. Después de cerciorarse de su descubrimiento optó por no contarle a nadie, pensando quizás en hacerse rico con tan preciado tesoro. Cierto día que se lamentaban de su pobreza, le contó a su mamá. En la tarde de aquel día fue atacado por una fiebre muy alta y el joven deliraba como un loco, lloraba y cantaba para finalmente expirar con una incontenible hemorragia nasal.

“La Campana se lo llevó” comentaba la gente durante el entierro. Años más tarde, también fue encontrada por otro muchacho que en compañía de otros churres fueron a bañarse al pozo encantado, comentándose entre el grupo el misterio de la funesta campana.
-Son cuentos de viejos dijo, ahora verán como doy con ella y nada me pasará. Sus amigos que en vano trataron de disuadirlo de ese loco propósito, optaron por retirarse de aquel lugar. El protagonista de este hecho, rato después salió del pozo y sentándose sobre una loza en la orilla, contemplaba absorto y embelesado la hermosa campana que había salido a la superficie. La tocó, la besó y abrazó por mucho rato. El muchacho estaba feliz y empezó a hacerse la vaca para ir a contemplar su campana, la misma que al instante salía.

Pero alguien avisó a la madre sobre las faltas de su hijo en el colegio, siendo castigado y obligado a confesar.
Sí mamacita te contaré, te contaré y llorando relató a su mamá que él había encontrado la campana encantada y que una fuerza extraña lo impulsaba a ir a dicho pozo.

Virgen santísima ten piedad de mi hijo, ¡Sálvalo! - Exclamó la afligida madre. Demasiado tarde porque a las pocas horas de su confesión deliraba febrilmente como un demente. De nada sirvieron los pagos de coca y retama a los gentiles, murió el tercer día con hemorragia nasal. “La campana se lo llevó, que Dios se apiade de él” y es así que el mentado pozo del encanto o de la campana de oro, cobra sus víctimas cada cierto tiempo en vidas inocentes.


En la parroquia de Ámbar habían 5 campanas, que a la llegada de los chilenos, presumidamente las enterraron en Cashamarca y después un cura ladino ideó este cuento para llevarse la campana mayor, llamada “Mariangola” y que algún maestro lo relataba para asustar a los “vaqueros”, en época de clases.

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